lunes, 13 de septiembre de 2010

La coyuntura después del 28-J


batalla de ideas Septiembre 2010

La coyuntura después del 28-J

¿Y a la izquierda del kirchnerismo qué?
Apuntes críticos para una nueva izquierda

Martín Ogando
Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y militante de la Juventud Rebelde 20 de Diciembre

La derrota de los Kirchner en las elecciones legislativas del 2009 dejó flotando en el ambiente la sensación inequívoca de un fin de ciclo. Era la prueba de fuego luego del “conflicto del campo”, el revés político más importante del kirchnerismo desde su ascenso en el 2003. Aquel conflicto marcó un quiebre de la relación entre el gobierno y un sector de la burguesía (junto a sus voceros políticos y mediáticos), al mismo tiempo que reforzó su aislamiento respecto de las clases medias urbanas y rurales. El deterioro de las posiciones electorales K en puntos clave de la geografía política peronista parecía adelantar su ocaso definitivo. A pesar de mantener un importante caudal electoral a nivel nacional, con poco más del 30% de los sufragios, la caída del mismísimo Néstor Kirchner frente a Francisco de Narváez en la Provincia de Buenos Aires sonó como un golpe de gracia1. Se llegó a especular, por aquellos días, que la presidenta no concluiría su mandato. Las semanas posteriores fueron de balances y previsión de horizontes para la izquierda, y en aquellas reflexiones había un diagnóstico casi unánime: estábamos en presencia del agotamiento del ciclo kirchnerista. La productividad política de su dispositivo de poder era puesta en jaque a dos bandas: por un lado por su jefatura empresarial, cansada de gesticulación populista y decidida a darse una representación política más estable; del otro, por el electorado popular, pensado siempre desde el pejotismo2 como mera clientela, y que esta vez le daba la espalda. Se pensó lo que vendría como una sobrevida, como un tortuoso camino hacía el 2011 donde el gobierno necesariamente debería replegarse y pactar con la oposición, resignando cuotas de poder. Lo más importante para nosotros, sin embargo, era lo que el derrumbe del kirchnerismo podía significar en tanto “desbloqueo” de las posibilidades de acumulación por parte de la izquierda, sobre todo a partir del debilitamiento de las expectativas sociales y los mecanismos de cooptación que tan eficientemente habían aportado a la estabilización capitalista. Un año después hay que decir que aquellos pronósticos eran errados. Muy por el contrario, el gobierno de Cristina Fernández retomó la iniciativa y volvió a imponer la agenda política, y el escenario de polarización resultante, no sólo mantuvo, sino que redobló los desafíos que se nos presentan a los militantes del campo popular. Reflexionar sobre este último punto es el objetivo central del presente artículo.